

A lo largo del ancho mundo, que recorrió con papá las veces que pudieron, no dejaban de vestirse a la usanza del lugar, como en Argelia o en Japón.






En 1940 no fue disfrazada de enfermera sino que era la actividad que realizó entonces, aún soltera, y su amor a la medicina nunca desapareció de ella. Con qué ilusión se fue de este mundo pues había visto y comprobado lo buena enfermera que es su hija Marta y lo fantásticas médicas que son sus nietas Vivi y Sara.
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